Las gafas, un invento medieval

2022-09-17 08:50:07 By : Ms. Alice Lee

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Corrigen los defectos de visión, nos protegen del sol y crean moda, pero ¿sabías que las gafas nacieron en la Edad Media?

Nos las ponemos para leer, conducir o trabajar. Las elegimos por su ligereza, su practicidad o su diseño. Forman parte, en definitiva, de nuestra indumentaria cotidiana. Las gafas, sin embargo, también tienen una historia que da comienza en el corazón de la Edad Media.

El mejoramiento de las técnicas de producción del vidrio durante los siglos centrales del medievo no solo permitió que se construyeran las vidrieras coloradas que revolucionaron el concepto de luminosidad en la arquitectura gótica. Gracias a la innovación de los nuevos hornos para la producción del vidrio y del desarrollo de teorías ópticas y técnicas de pulido, nació este invento ahora tan común.

Al perfeccionamiento técnico se unió un interés científico por el estudio teórico de la visión, la anatomía del ojo y la física de la luz. Algunos autores islámicos desarrollaron ampliamente el tema a partir del trabajo del siglo II d.C. Óptica de Ptolomeo, mientras que Roger Bacon (ca. 1214-1294) teorizó sobre la posibilidad de usar lentes para corregir los defectos de la vista.

Las propiedades ópticas del vidrio ya se conocían antes del advenimiento de la Edad Media. Durante el período romano, época dorada de la producción vítrea, se utilizaban lentes convexas y esferas de vidrio transparente que, una vez llenas de agua, permitían obtener una imagen agrandada de las letras en los textos. También Plinio el Viejo describe, en su Historia natural, que el emperador Nerón utilizó una piedra de esmeralda (smaragdus, según el texto) mientras presenciaba cómo los gladiadores se enfrentaban en la arena. Presumiblemente, el emperador la usó para mejorar su visión del espectáculo. Con la caída del Imperio Romano, la producción de vidrio se trasladó a Bizancio hasta que, hacia el siglo XIII, el centro veneciano de Murano se convirtió en uno de los principales núcleos productores de vidrios de calidad.

Otras referencias procedentes de la Alta Edad Media apuntan al uso tanto de instrumentos similares a las lupas como de piedras de lectura. Estas eran piedras esféricas, generalmente fabricadas en cuarzo o berilo, que se posicionaban sobre el texto para aumentar su tamaño y facilitar de este modo su lectura. Su uso fue común a partir de los siglos IX y X d.C. Para llegar al diseño de los anteojos tal y como los conocemos, sin embargo, todavía tendremos que esperar algunos siglos.

Los primeros ejemplos de gafas datan de las últimas décadas del siglo XIII, según el testimonio que el monje dominicano Giordano da Rivalto de Pisa incluyó en uno de sus sermones. El texto de la homilía menciona las maravillas de esta nueva invención que, según el autor, llevaba ya dos décadas en circulación.

Las gafas medievales constaban de dos lentes convexas montadas en una estructura desprovista de patillas y unidas en el punto central por un pequeño perno. Las monturas se realizaban en materiales como la madera, el metal o el hueso, y se apoyaban sobre la nariz como los quevedos. Aunque todavía eran de factura gruesa y precisión precaria, permitían ya corregir parcialmente defectos de la vista y, por tanto, mejorar notablemente la experiencia de visión. Eran eficaces para mitigar los problemas derivados de la vista cansada y  de la hipermetropía.

Puesto que las gafas permitían mejorar la experiencia de lectura y escritura, se popularizaron entre las elites intelectuales, en los conventos y scriptoria, pero también entre los artesanos y comerciantes. Las gafas también se abrieron paso en el arte visual del medievo. Se encuentran representaciones de monjes, santos y evangelistas que, provistas de un par de antiparras, llevan a cabo actividades de lectura y escritura.

Avalada ya por una tradición sólida en la producción de vidrio, Venecia se convirtió igualmente en un importante punto de producción de anteojos a partir del siglo XIV. A finales del siglo XV, el arte de la óptica se había perfeccionado hasta el punto de permitir a Francisco I Sforza, duque de Milán, encargar la realización de 200 pares de gafas que pudiesen corregir la progresiva pérdida de vista que se produce entre los 30 a los 70 años. El condotiero, sin duda, tenía un ojo puesto en el porvenir del invento.

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