Animática, una fábrica de hechizos visuales en el Festival de Diseño | Cine | La Voz del Interior

2022-07-23 08:19:26 By : Ms. Monica J

Desde 2011, el artista visual e investigador Martín Schachner desarrolla dispositivos de efectos ópticos anteriores a la invención del cine. Se presenta con su proyecto Animática en el Festival de Diseño, desde este viernes.

El origen de las máquinas de producir hechizos visuales que desarrolla Martín Schachner se podría rastrear hasta su infancia. De chico, se le mezclaban la curiosidad y la falta absoluta de filtros a la hora de meterle mano a cualquier aparato que se pusiera a su alcance.

“Me interesaba mucho todo lo que era carpintería, electrónica. Más que jugar, me gustaba desarmar juguetes para armar algo nuevo. Llegaba a niveles preocupantes. No sólo desarmaba mis juguetes sino también los de los otros. A mi hermana le desarmé una muñeca, a mi hermano un trencito. O bien agarraba una plancha eléctrica para ver qué podía hacerle”, recuerda el creador del proyecto Animática, una fábrica de sueños que se gestan en un departamento-taller en Nueva Córdoba, donde ya no cabe ni un alfiler.

Con herramientas que, en la mayoría de los casos, fabrica él mismo, le dio vida a un laboratorio de producción de artefactos y dispositivos que son parte de la prehistoria del cine: taumatropos, kinoscopios, fenaquistiscopios, anamorfosis, praxinoscopios, zootropos, máquinas folioscópicas.

Lo que parece un galimatías con raíces y desinencias griegas es un listado de los artilugios, previos a la invención del cinematógrafo, con que Animática se presentará en el Festival de Diseño Córdoba 2022, que arranca este viernes en el Museo de la Industria (Libertad 1130, barrio General Paz). El evento se extenderá hasta el domingo 24, con actividades gratuitas.

Fiel a su paladar, el artista visual y desarrollador de mecanismos de efectos ópticos propondrá un puesto de características retro, y además de mostrar sus líneas de productos tendrá máquinas interactivas para experimentar cómo era (y cómo es ahora) eso de poner a andar imágenes.

Nacido en Córdoba en 1978, el creador de Animática pasó la primera infancia en barrio Jardín, pero después tuvo una vida bastante nómade. Vivió en Salta, en una localidad cercana a Tartagal llamada Campamento Vespucio, donde su padre hacía trabajos de geología para YPF. Después la familia se mudó a Comodoro Rivadavia, en la otra punta del mapa. Su mamá tenía un taller de cerámica.

Luego de terminar la secundaria, en un colegio orientado al arte, Martín se vino a Córdoba a estudiar cine.

“Cuando llegó el momento de decidir una carrera, fue un conflicto grande porque no sabía para dónde ir –señala–. Una amiga me contó que existía la carrera de cine, en 1997 más o menos. Reunía muchas posibilidades: escenografía, fotografía, y otras cosas que me interesaban. Entonces me vine. Me enganché muchísimo con lo que es la producción audiovisual, y ahí surgió la idea de rescatar las máquinas y los aparatos antiguos. En una época me había dedicado a la artesanía. Hacía bijouterí y conocía más o menos la movida de las ferias. Después me fui a Buenos Aires a estudiar Efectos especiales, ya orientado para dedicarme a esto, con la idea de aprender técnicas y materiales. Trabajé en televisión, en publicidad, en animación. Pero me frustraba con la compu, por no usar las herramientas, y me fui a Neuquén, donde empecé el proyecto de Animática”.

El primer artefacto que fabricó fue un praxinoscopio. “Es uno de los juguetes más evolucionados dentro de la historia anterior al cine –describe–. Es lo último que se inventó antes de que apareciera el cinematógrafo. Es un tambor con espejitos. Los aparatos fueron evolucionando durante muchos años. Lo primero que apareció, en 1830, es el taumatopo. Es un medallón con dos hilos. Lo inventó un médico que quería demostrar la memoria que tiene la retina. Logra unir dos imágenes a través del movimiento. A partir de ahí nacieron artefactos como el zootropo o el folioscopio”.

El zootropo es una máquina estroboscópica, compuesta por un tambor circular con imágenes. El folioscopio es el librito que se pasa con el dedo y permite generar una animación con “tracción a sangre”. Los de Animática son mecánicos, funcionan con una manivela. O están montados sobre una máquina de coser antigua.

“Animática fue una necesidad tanto artística como económica”, define a su proyecto. Y añade: “Desarrollé una primera línea de cinco objetos. Después salió la posibilidad de hacer obra, combinando los aparatos cinematográficos con el arte cinético, que es algo que me interesó siempre. Más que nada por mi fanatismo con el trabajo de Julio Le Parc. Siempre soñé con hacer cosas más o menos de ese tipo. Cuando pude vivir de lo que hacía, empecé a hacer cosas propias, más personales, y a investigar más en la línea de un arte ‘puro’. Cuando tengo oportunidad y espacios para mostrar, muchas veces en el ámbito de festivales de cine, llevo máquinas grandes o experimentos”.

“En la época en la que se hacían los artefactos con los que yo trabajo, los objetos eran casi tan lindos como los efectos –señala–. Lo que yo me propuse en un principio, entonces, fue hacer réplicas. Obviamente con los materiales actuales”.

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La experiencia con los juguetes ópticos puede ser como un viaje al pasado. “Hay cosas de 1850 que funcionan muy bien, porque fueron el resultado de muchos años de investigación –afirma–. En otra línea de mi trabajo están los folioscopios. El folioscpio es un aparato muy antiguo, que se recuperó cuando nació la fotografía. Podría decirse que fue la primera proyección de cine, porque se imprimía una secuencia de fotogramas, se metían en una máquina, con una manija se los hacía pasar por un rodillo y veías un minuto de película. A eso le podés poner lo que quieras. Yo utilizo el recurso del cine antiguo. Empecé a usar las películas que había visto. Metrópolis, Chaplin, directores como Dziga Vértov, un realizador de cine vanguardista soviético, el de la teoría del Cine-Ojo, que revolucionó el documental. Siempre intento usar el cine antiguo porque, además, está libre de derechos. También uso fragmentos de películas muy icónicas como Amélie”.

El proyecto tiene reverberaciones insospechadas. En el Instagram de Animática (@animatica_argentina) se puede ver una publicación sobre una historia de amor con final feliz. Hace un tiempo, a Martín le pidieron que enviara un kinoscopio que debía viajar desde Córdoba hasta una playa colombiana. El juguete óptico, al ser activado, incluía fotogramas de una película de Chaplin y un mensaje con un pedido de casamiento. Ella dijo que sí.

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Animática le permitió además viajar por el mundo y entrar en el universo de los dinosaurios animatrónicos, como los que se pueden ver, por ejemplo, en Tecnópolis y otros parques temáticos.

“Me llamó un amigo de efectos especiales y me propuso viajar a Rusia para trabajar en un parque de dinosaurios –cuenta Martín–. Me fui en un viaje como de dos años. Además de Rusia estuve en Italia, en Medio Oriente. Trabajé en Nápoles, en Milán, en Jerusalem. Después de ese viaje volví bastante canchero con el tema de armar muestras. Me llené de entusiasmo sobre lo que hago. Pensé que si podía manejar un parque de dinosaurios, cómo no voy a poder manejar un parque de objetos pre cinematográficos. Me compré máquinas con lo ahorrado y me puse a soñar con que algún día voy a tener un parque”.

–En la línea de artefactos que tienen más que ver con la fotografía ¿trabajás también con “cámaras”?

–Me dediqué muchos años a la fotografía y conozco bastante. Tengo muchas diapositivas. Siempre quise tener un proyecto portátil. Lo primero que desarrollé es un proyecto de diapositivas, que a la vez me permitiera digitalizarlas. Para tener la diapositiva en el teléfono o en una compu, es necesario un escáner, algo que ya casi nadie tiene. Entonces lo que hice fue fabricar una especie de mini escáner muy básico, para ampliar esa fotografía dentro de ese aparatito que es un proyector que amplía la imagen con una lente y te permite sacar una foto con la cámara del teléfono. Ese fue el primer dispositivo que terminé, pero como soy muy detallista y quiero que el resultado iguale al de las máquinas originales, me pasó que empecé a ver que hay algunos desenfoques en la foto y me compliqué. Hay una lente que no consigo más, y estoy ahora esperando para poder hacer una máquina que me va a permitir tener la lente que necesito.

–¿Estás fabricando, entonces, tus propias ópticas?

–Estuve investigando durante un año, más o menos. En algún momento las ópticas se hacían a mano, entonces yo me pregunté por qué no las podía hacer. Ya en la época de los romanos existían. Podía pasar que a lo mejor hubiera alguien que era medio corto de vista e iba a ver las luchas en el Coliseo, y le acercaban una esmeralda para que pudiera ver. Pero me di cuenta de que es muy difícil, porque hay que pulir vidrio con técnicas muy lentas. Igual, hay gente que lo hace todavía. Lo que no se consiguen tanto son los minerales que se necesitan para el pulido. Al mismo tiempo, como vengo investigando de qué manera hacer esto, empecé a incorporar el acrílico. Y estoy logrando buenos resultados. Lo que me falta ahora son las máquinas para que ese proceso sea mecánico y no manual. A partir de ahí voy a poder hacer los estereoscopios: es un visor de imágenes 3D de la época de 1880.

–¿Cómo desarrollás los proyectos de arte cinético?

–Lo primero que hago es determinar qué efecto quiero lograr. Una vez que logro el efecto, me pongo a diseñar en papel. Lo más logrado hasta ahora son máquinas grandes con un efecto cinematográfico. El desarrollo de eso tiene más que ver con la mecánica que con el diseño, con ver cómo coordinar mil fotogramas, con qué motor. Investigué bastante en electrónica y me metí un poco en el mundo de la robótica. Eso me da muchísimas opciones. Hoy en día no necesitás un motor muy grande, te alcanza con un motor de impresoras o de ese tipo de máquinas, el tema es que hay que trabajar con una programación, con un hardware. Ahí es donde más me enredo. Y la mecánica también es como una experimentación constante. La mecánica y la electrónica es lo que más tiempo me llevan casi siempre.

–Se te van abriendo desafíos a nivel estético y mecánicos. ¿Tuviste que ir haciendo tus propias herramientas?

–Todo empezó precisamente por ahí, haciéndome las herramientas. Nunca encontré una herramienta al alcance de mi economía. Más allá de un taladro, una caladora, herramientas que encontrás en una ferretería. La primera máquina que me compré fue un torno. Y como todo tornero, a la mayoría de las herramientas las fui fabricando por mi cuenta. Uno hace una pieza de acuerdo a su diseño, y nunca hay a la mano la herramienta que se necesita. Es así. Además de eso, por haber estudiado efectos especiales y por el hecho de estar siempre creando algo nuevo a partir de otras artes, tengo esa dinámica: uno tiene que dibujar primero lo que piensa, lo que quiere hacer, y de inmediato buscar la forma de hacerlo y la herramienta por más que no exista. Mi mejor producto, el más bonito, el más interesante en cuanto a diseño es el kinoscopio. A ese lo diseñé sin miedo a la falta de recursos para hacerlo. Y ahí empezó a aparecer todo. Porque necesitaba una máquina para modelar plástico, que hice con un motor de aspiradora. Necesitaba una resistencia eléctrica de una estufa para calentar la chapa de plástico. Lo que yo quería era que tuviera un esquinero, como tienen los amplificadores de guitarras eléctricas o los parlantes. Después se me ocurrió hacerle unas patitas, como de muebles antiguos, que hago con moldes. Así, cada cosa. Un trabajo mío tiene alrededor de 30 piezas. Y cada pieza tiene su máquina y su proceso de experimentación. Tengo muchos cuadernos de anotaciones porque hay cosas que no hago todos los días.

–¿Tenés tu taller en un departamento? ¿Te cabe ahí todo lo que necesitás?

–Yo soñaba con tener un motor home, viajar, estar en ferias, vivir sobre ruedas. Estoy en un lugar chiquito, sí, pero si iba a vivir en un motor home, de todas maneras tenía que arreglarme con poco espacio. Ahora, cada vez voy haciendo máquinas más grandes, las muestras también son más grandes. Me falta lugar. Hago las cosas un poco presionado por la falta de espacio, y tengo que caminar con cuidado, porque todo se cae y se rompe. Estoy buscando un taller y me gustaría también encontrar un espacio para exhibir las piezas.

–¿Cómo te llevás con el mundo digital? ¿Visualizás si en algún momento podés ir para ese lado?

–Lo que siempre voy a hacer es algo que pueda ser palpable o que ocupe lugar en el espacio, no pienso en trabajar algo que sea puramente arte digital. Necesito que el mismo mecanismo que se use para proyectar o visualizar sea algo que yo pueda intervenir. Ya sea un monitor viejo o un televisor led. Mi búsqueda es esa: agarrar aparatos que pueden ser obsoletos o que ya no andan, y rescatar algo para hacerlo funcionar. Me gusta mucho lo mecánico y necesito tener siempre algo “analógico” a mano. Soy bastante chatarrero. Junto todo lo que veo que no puedo conseguir en un local. Las ruedas de bicicleta nuevas, por ejemplo, las de aluminio, no me sirven, pero si encuentro una rueda de acero la junto porque sé que la voy a usar para algo. Tampoco voy siempre atento a encontrar algo. Normalmente las cosas se me ponen en frente.

En el Festival de diseño Córdoba 2022, que se realiza desde este viernes 22 de julio hasta el domingo 24, en el Museo de la Industria (Libertad 1130). Viernes de 15 a 21. Sábado y domingo de 12 a 21. Entrada libre y gratuita. Programación artística: Viernes de 15 a 16, DJ/VJ. A las 16, Jere Fijo. A las 17 Fresquita Pipol y Cypher. A las 18 Elenco municipal de danza. A las 19 Rudy. A las 20 Telescopios. Sábado: de 12 a 14, DJ/VJ. A las 14 Libros en la mira, por Tres Tigres. A las 15 Fresquita Pipol, Cypher y danza y música en vivo. A las 16 Coro Municipal de Jóvenes. Elenco de danza teatro y Plancton. A las 17 Lucre Ortiz. A las 18 Laboratorio de cuarteto digital. A las 19 Paz González. A las 20 Feli Colina. Domingo: de 12 a 14, DJ/VJ. A las 14 Ceci Raspo. A las 15 Fresquita Pipol, Cypher y danza y música en vivo. A las 16 Janet Torres. A las 17 Tomates Asesinos. A las 18 Marilina Bertoldi.

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