Filtros azules para las gafas: «Su uso con los fines comerciales que se venden no está justificado»

2022-08-20 08:56:21 By : Mr. Jacek Yang

Hubo un tiempo en el que las pantallas no eran las culpables de todos los males. Básicamente, porque no existían. Ni consolas, ni teléfonos inteligentes, ni tablets. Como mucho, una televisión, con más culo que imagen, delante de la que se reunían vecinos de aquí y de allá para ver el programa del momento.

Claramente, eso quedó en el pasado. Ahora también tenemos una pantalla, aunque por persona. Sea el medio que sea forman parte de nuestra vida, y lo más habitual es que si no estás enganchado a una, lo estés a la otra. Horas de sueño, de ejercicio o de relaciones sociales desperdiciadas (o no) mientras refrescabas la red social de turno.

¿Dónde queda la salud en todo esto? En los primeros puestos de los más damnificados. Todavía no existe un especialista que defienda las pantallas a capa y espada. Sin embargo, son pocas las evidencias para relacionar un mala salud ocular con los dispositivos electrónicos. Al menos, de forma directa.

La solución artificial más novedosa, aunque lleva años dando coletazos, son los filtros azules, en especial, las gafas que los llevan incorporados. Que si disminuyen el cansancio visual, que si previenen enfermedades oculares, que si mejoran tu descanso. Al menos, de momento, «promesas falsas», defiende Conchi Lillo, profesora titular de la Facultad de Biología, doctora en Neurociencias e investigadora de patologías visuales en la Universidad de Salamanca. «Su uso con los fines comerciales que se venden no está justificado», sostiene Sara Bueno, doctora en Ciencias de la Visión, y responsable del área docente de Óptica, Optometría y Audiología de la Universidad CEU San Pablo, que añade: «No hay ninguna evidencia científica que sostenga que si te pones estas gafas el ojo se canse o se enrojezca menos».

Nuestros ritmos biológicos, de sueño y vigilia, endocrinos o digestivos se rigen, en parte, por la luz. Con la artificial, hemos conseguido alterarlos de manera que muchas actividades han crecido en duración, entre ellas, ponerse al día con la serie de turno o con la última publicación de tu contacto en Instagram. Un tiempo extra en el que nuestra vista se dedica a observar, continuamente, una pantalla con luz azul. Una tonalidad fría que se mueve dentro del rango del espectro de luz visible, con una longitud de onda de entre 400-495 nanómetros. Pero ojo, y nunca mejor dicho, porque este destello no solo está presente en la electrónica, sino también en la solar, y es mucho más imprescindible de lo que se podría pensar.

«Uno de los problemas que tenemos con las personas que utilizan filtros para bloquear esta luz es que los usan todo el tiempo, incluso para salir a la calle», comienza diciendo Conchi Lillo. Algo perjudicial, pues la luz azul es fundamental «para regular el ritmo circadiano». «Si nosotros la bloqueamos durante el día, ya estamos causando una disrupción», apunta la experta. De hecho, hay personas que no logran conciliar el sueño por esta razón, y no por el hecho de utilizar la pantalla de turno hasta las doce.

Es más, es precisamente esta falta de luz azul la que parece explicar el aumento de los casos de miopía: «Históricamente, se ha pensando que la gente que hace más esfuerzo con la vista es la que desarrolla más esta patología», explica Lillo. Una correlación-causalidad nada cierta. «Ahora estamos viendo que cada vez se bloquea más la luz azul, y nos exponemos menos a la luz solar durante el día, lo que hace que la enfermedad sea más abundante en la población infantil», precisa.

La miopía se produce porque el ojo es más largo de lo habitual, y es la luz azul y violeta, consideradas de alta intensidad, «las que hacen que nuestros ojos segreguen dopamina, la cual impide que el ojo crezca demasiado», expone la experta en patologías visuales. Con esto en mente, la conclusión es simple: «Ponerse filtros para la luz azul promoverá que cada vez haya más gente con esta patología visual. Es un factor de riesgo», responde.

Momento para los ritmos circadianos. ¿Impide esta luz que podamos dormir más y mejor? Todo apunta a que no. Los estudios recientes dan varias razones. «En primer lugar, las pantallas no tienen esa intensidad de luz tan potente, como sí ocurre con la luz del sol, para desregularlos. Y en segundo, si los usamos durante todo el día, bloquearemos la luz azul que proporciona el sol, y por lo tanto, la producción de melatonina», señala Lillo. De ahí, una mayor somnolencia y peor calidad del sueño.

De hecho, en la mayoría de estudios en los que se ha puesto esta cuestión sobre la palestra, «no se corresponde con el día a día de una persona media y la forma en la que se expone a la luz azul, tienen un bajo número de participantes y casi siempre son hombres jóvenes», precisa la profesora de la Universidad de Salamanca. Entonces, ¿por qué muchos no pegan ojo? Probablemente, porque la actividad que desempeña antes del descanso actúe a modo de despertador. Te activa.

Nada que hablar queda sobre el presunto daño que puede ocasionar sobre la retina. Grethel Vázquez, miembro de la Sociedad Gallega de Oftalmología, aporta nuevas razones: «En los estudios que se han hecho para ver si la intensidad es dañina ha habido muchos sesgos de edad, de sexo del paciente, o de raza», destaca y añade: «A mayores, se han hecho sobre cultivos de células maculares, que no humanas. Células que fueron expuestas a una luz directa y en altas dosis», explica.

Otras investigaciones, según Conchi Lillo, se han realizado con animales de experimentación: «No tienen mácula. Utilizan ratones, o incluso moscas de la fruta, cuyos ojos no tienen nada que ver con los nuestros. De hecho, la mácula en sí no sufre por la exposición a la luz azul, ni tan siquiera por la solar», señala a la vez que desbanca uno de los grandes mitos.

El último reclamo publicitario al que se aferra esta herramienta es el cansancio. Entre las supuestas ventajas que ofrecen estas gafas es que evitan la fatiga visual causada por la luz digital. ¿Es esto verdad? «Un filtro no va a mejorar el estado de los ojos, ni va a reducir la sensación de cansancio», sentencia la profesora de la universidad CEU San Pablo, Sara Bueno. «Las pantallas de los dispositivos ya traen sus propios filtros para evitar reflejos, y permiten regular la intensidad para que no nos deslumbren», indica.

El cansancio visual que surge después de mirar un ordenador (o teléfono móvil, o tablet, o incluso un libro) está causado por las escasas medidas de higiene visual que ponemos en práctica. «En estas situaciones parpadeamos menos. Si en un contexto general, lo hacemos unas 15 veces por minuto, se ha visto que cuando estamos delante de una pantalla, solo parpadeamos cinco. Esto disminuye la lubricación natural del ojo. Además la posición de la cabeza tampoco es ergonómica, lo que de por sí, va a empeorar el dolor de cabeza o cuello que tengamos», explica la doctora Grethel Rivas.

Tampoco mantenemos la distancia recomendada: «No variamos la posición, siempre estamos a la misma distancia. Parece ser que los píxeles que tiene la pantalla requieren que nuestros ojos hagan un mayor esfuerzo que si leyésemos en papel», detalla Sara Bueno.

Al pasar cuatro, seis u ocho horas con la mirada puesta en un mismo punto, se crea una postura acomodativa: «El ojo se acostumbra a mirar siempre a esa distancia, así que cuando intentas cambiarla, cuesta más», precisa la profesora. En resumidas cuentas, los músculos empleados en mantener el mismo enfoque estarán en tensión durante horas.

Pero a problemas, soluciones, y mucho más sencillas que pagar extra por unas gafas. La regla 20-20-20, «obra de los estadounidenses porque uno de los números se refiere a la distancia en pies», precisa la profesora Bueno. Esto significa que cada 20 minutos, se dedique al menos 20 segundos a mirar a más de 20 pies, lo que equivale a seis metros. «Esta distancia es el infinito óptico para nosotros. Para nuestro ojo todo lo que intente enfocar que esté a seis metros en adelante, es infinito», explica. Así que alejar la vista y parpadear más de forma consciente deberían ser suficientes para poner punto y final al hastío digital.

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